Es común caer en el insulto “¿Qué, estas ciego?” cuando alguien no está respondiendo a lo espacial de una ciudad. Pero, sin entrar en los tintes discriminatorios del insulto; ¿Y si, si? Qué tal si, si se trata de una persona con discapacidad visual.
Entonces, dónde cabe las preguntas: ¿Por qué no está respondiendo a las otras geografías sensoriales de la ciudad? Y ¿Cuentan nuestras ciudades con una coherencia sensorial más allá de lo visual?
Estas preguntas son hasta cierto punto sarcásticas, desde una perspectiva de arquitectos, en el diseño nos guiamos por una propuesta visual; y caminando en la Ciudad de México, así como muchas en otras ciudades latinoamericanas, nos daremos cuenta que solo lo visual es lo que esta medianamente ordenado; Esto nos da una ciudad de texturas, sonidos y olores residuos de una intención meramente visual.
¿Qué tan conscientes somos como ciudadanos de este residuo de sensaciones? Ó tratando de plantear otra pregunta ¿Acaso una ciudad con todas sus geografías sensoriales ordenadas, no beneficiaría a todas las personas; y no solo a las personas con discapacidad como se suele creer y argumentar?
La ciudad produce sensaciones. El diseñador no puede producir sensaciones, puede ordenarlas, con aquellas que produce el contexto y con aquellas que una propuesta trae al contexto.
El ser humano no se puede alienar de las sensaciones; cierto, puede no percibirlas, ahí radica la definición de varias discapacidades; pero de hecho el ser humano ya es un experto en no percibir y no requiere de una discapacidad para hacerlo.
En un día cotidiano, el ser humano esta tan en desacuerdo con:
1.- Su ciudad sonora y aísla su oído con música a todo volumen; el ciudadano en un gran porcentaje no escucha su ciudad.
2.- Las texturas de sus ciudad, así que ha aprendido a darle excesiva comodidad a sillones, interiores de vehículos, camas y si puede, se mantiene en ellos más tiempo de lo necesario o útil aislándose de la experiencia de “tocar” su ciudad con sus pies, cuerpo y manos.
3.- Su ciudad olfativa, así que disfraza su espacio con marcas de aromas, con la intención de lograr una personalización aromática de su lugar.
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Y por si fuera poco, hoy en día, la pantalla del móvil y los nuevos Google Glass, empiezan a demostrarnos que quizá tampoco estamos tan de acuerdo con lo que vemos de la ciudad.
La vista es el gran sentido que guía al ser humano y la discapacidad visual, nos muestra lo valioso que es contar con este valioso sentido; pero mientras no creamos en la posibilidad de ordenar las geografías sensoriales de nuestras ciudades a través del diseño, no solo no estamos contribuyendo al correcto funcionamiento de varios sistemas de accesibilidad que requieren de cierto orden sensorial (como el pavimento táctil que se beneficia del orden de las texturas en la ciudad o los sistemas de alarma sonoros que se benefician de un orden, vaya, sonoro de la ciudad) sino que incentivamos directamente al sacrificio de ciertos fragmentos de nuestra humanidad, como el percibir y disfrutar nuestro contexto con nuestros sentidos.
“La inconmensurabilidad de arquitectos que tienen entrenada su sensibilidad hacia lo visual y las personas con discapacidad visual, parcial o total, con una sensibilidad orientada hacia lo táctil y sonoro trabajando dentro de un contexto de cooperación en el proceso de diseño, guían en primer lugar, a recuperar mutuamente cierta humanidad.”
Fragmento traducido de –El conocimiento resultante de los espacios, el juego de los sentidos- del libro “Ceguera y la ciudad multisensorial” (Devlieger, Renders, Froyen y Wildiers)
Diseñamos con los ojos, no podemos despejar ese hecho, pero también tenemos oídos, pies, manos, olfato que complementan la experiencia humana; y a ello debemos sumar, como diseñadores, la conciencia de entender que significa la ausencia de uno o más de ellos y entonces orientarnos a buscar soluciones integrales en donde es necesaria la cooperación, no solo en un ámbito interdisciplinario, sino de participación real de las personas.
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