Parece paradójico que un concepto que se concibe a partir de la buscar minimizar y erradicar las barreras físicas y virtuales, tenga que lidiar con muchas otras barreras antes, para poder validarse. El término accesible indica precisamente la necesidad histórica de brindar acceso a las personas con discapacidad a la ciudad, sus espacios públicos y privados; aunque con el paso del tiempo y la práctica, ha surgido la obviedad de que no basta con tan solo brindar “acceso” sino que así como el espacio es continuo, las personas con discapacidad como todas las personas requieren gozar de esa continuidad; es por ello que el concepto de diseño universal siempre parecerá más apropiado que solo accesible. Sin embargo, ambos conceptos en lugar de pelearse o sobreponerse el uno al otro, han sabido complementarse en la búsqueda del derecho que tienen las personas con discapacidad a hacer uso de su espacio. Las nociones de diseño universal y accesibilidad han denunciado las soluciones que no contemplan a todas las personas, y han demandado cambios; y como todos los cambios, estos han tenido una evolución y aprendizaje que han sido observados por gran parte de los actores
(diseñadores, constructores, académicos, etc.) de manera pasiva, ocasionando la formación de prejuicios casi inamovibles sobre el tema. Parecería razonable pensar y decir que el tiempo le ha dado la justa ventaja al diseño universal y a la accesibilidad, y si: los aciertos, avances, y esfuerzos; han fortalecido el concepto y hoy tenemos ciudades que demuestran que es ser casi 100% accesibles como Kioto o Ámsterdam.
Detalle de una estación en Kioto, Japón, se aprecia pavimento táctil guía y advertencia, un barandal apropiado, con una placa con indicaciones en contraste adecuado: kanjis, ingles, pictogramas, y braille. Fotografía del Arq. C. J. Walsh
Y sin embargo, también el tiempo ha dejado cicatrices en el tema, las malas prácticas y sus desaciertos, las malas inversiones y la publicidad política detrás de ella junto con sus trabajos excesivos que no resuelven la problemática, es a lo que se enfrenta realmente la accesibilidad y el diseño universal hoy en día; y cabe mencionar que es esto lo que fortalece la noción de los detractores del tema que lo revisan con las estadísticas que están a la vista.
Malas prácticas y sus desaciertos
Las malas prácticas son aquellas en donde no se entiende de fondo que se está haciendo y porque se está haciendo, por ejemplo en la siguiente fotografía se propone una rampa que a pesar de que tiene una pendiente adecuada, termina aproximadamente 10cms por encima del nivel de la calle, en un peralte, si se entendiera porque se necesita una rampa no se dejaría ni un centímetro entre el arranque de la rampa y el nivel de calle; este no es un ejemplo aislado, ocurre en varias esquinas de nuestras ciudades, y demeritan la popularidad de la necesidad de tener rampas en nuestras banquetas.
Rampa en esquina de Av. México con Calle Bruselas, Coyoacán, Ciudad de México. Fotografía Arq. Esteban Baez
Otra mala práctica que provoca desaciertos, es la mala propuesta de cajones de estacionamiento de uso exclusivo, un cajón de uso exclusivo requiere de medidas especificas que permitan el desarrollo de un pasillo en donde se pueda circular y que una persona con discapacidad pueda transferirse del asiento de su automóvil a su silla de ruedas y viceversa, este pasillo debe estar directamente conectado a una rampa o a un nivel de circulación peatonal que lo lleve al local o lugar a donde la persona se dirige; si el cajón no cumple con estas características no es accesible. Cabe decir que la accesibilidad busca propuestas para todos, pero el caso de los cajones de estacionamientos es particular, si tiene un uso específico, tiene una logística de uso; es decir si se trata de un uso exclusivo.
Cajones de uso “exclusivo”, en donde no se respeta exclusividad, uno de los cajones está ocupado por un contenedor de basura (al fondo), se pueden apreciar señalamientos no fijos, los cajones no cuentan con las dimensiones recomendadas, ni se encuentran en la ubicación más adecuada en el inmueble de Av. Reforma, Cuauhtémoc, Ciudad de México (se mantiene el anonimato de la empresa pues se estaba realizando diagnostico de accesibilidad para mejorar sus condiciones de inclusión laboral. Fotografía Arq. Esteban Baez
Malas inversiones y publicidad política.
No hay quizá peor mancuerna que una mala inversión y su publicidad política, y cuando se involucra supuestamente a la accesibilidad, la única que pierde es la accesibilidad.
Todo comienza con un “Disculpe las molestias, estamos trabajos por ti”, sus discursos políticos, sobre beneficios para tratar de convencer de que los embotellamientos, las calles cerradas, el caminar apretados en los tramos permitidos, valdrán la pena.
Un caso hoy, es la Av. 16 de Septiembre en el Centro Histórico de la Ciudad de México.
Parte de la publicidad política alrededor de la obra terminada, el corredor semipeatonal 16 de septiembre. imagen
Sin embargo todo termina en un discurso y propaganda política, que no se vive tan bien como parece lucir, hoy la avenida 16 de septiembre, aunque es totalmente plana, está delimitada tan solo y tan solo visualmente, con esto parece condicionarse al peatón a no tener discapacidad visual, quizás de ahí viene el término “semipeatonal”; la cereza en el pastel son sus cruces con las calles Simón Bolívar e Isabel la Católica en donde se nota más lo lejos que esta el discurso político con lo que sucede en realidad.
Video 16 de Septiembre Semipeatonal
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Una de los argumentos preferidos de los detractores de los esfuerzos por una ciudad para todos, es decir una ciudad basada en los principios del diseño universal y la accesibilidad, es que los cambios que se buscan son excesivos en comparación a la población que se busca satisfacer, es decir, preguntan con seriedad, ¿Realmente cuantas personas con discapacidad hay en México y en el mundo para pensar que esta inversión vale la pena?
No es exagerado pensar que para muchos de ellos los cambios que busca la accesibilidad es una especie de invasión a la ciudad, a la manera de proponer los espacios, y a la forma de ejercer la profesión del diseño, la arquitectura y la construcción. Y son en gran medida las malas propuestas de accesibilidad las que fortalecen estos argumentos, pues a pesar de que nuestras ciudades ya cuentan con “rampas”, cientos de cajones “exclusivos”, baños “adaptados” (que no mencionamos aquí esta vez), corredores peatonales pensados “para” las personas con discapacidad, dicen: “no se ven personas con discapacidad que los usen”; y ciertamente, no los usan, porque no son funcionales.
En la medida en que se propaguen las buenas propuestas de accesibilidad como un estándar de diseño, arquitectura y construcción, entonces veremos una real inclusión de las personas con discapacidad. Y entenderemos mejor que estas malas propuestas de accesibilidad de hoy no son un intento de pocas personas con discapacidad de adueñarse de todo el espacio, sino la mala ejecución de pocos arquitectos por adueñarse todo un mercado.
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